Estrés: el origen y sus causas

Antes de comenzar a leer este post, quiero que te pares a pensar cuántas veces has escuchado, o has pronunciado tu mismo, la siguiente frase: “Estoy estresado/a.”  Imagino que es una frase muy habitual en tu entorno ya que el estrés es una parte inevitable de la vida. En el post de hoy explicaremos qué es, cómo se produce el estrés, y cuáles son sus consecuencias  desde una perspectiva científica y psicológica.

El estrés viene determinado por la manera en la que cada uno percibe e interpreta lo que nos sucede. Concretamente, eso que llamamos estrés, surge cuando creemos que nuestras capacidades y/o recursos no son suficientes para afrontar una situación determinada (Lazarus y Folkman, 1984). Por lo tanto, el estrés es algo subjetivo e individual. Por ejemplo, mientras que para alguien un evento determinado puede ser percibido estresante, para otra persona quizá no, aún teniendo ambas personas las mismas capacidades.

 

Una situación de estrés puede dividirse en tres fases:

  1.  Alarma: el cuerpo comienza a activarse, es la fase conocida como lucha o huida.
  2. Resistencia: el cuerpo continúa resistiendo a los efectos del estresor.
  3. Cansancio: cuando el cuerpo no puede más, y el estresor se ha mantenido por un periodo largo de tiempo, y los recursos del cuerpo se agotan.

¿Cómo funciona el proceso del estrés en el cuerpo?

Cuando una persona experimenta o anticipa un evento estresante, el cerebro, concretamente el lóbulo frontal y la amígdala, mandan señales al hipotálamo (una parte pequeñita en el centro del cerebro). Entonces, se envía la señal para que el cuerpo genere la hormona ACTH. Esta hormona envía el mensaje para que el cuerpo libere cortisol, lo que se conoce como la hormona del estrés. La ACTH regresa al cerebro y envía señales para aumentar los niveles de glucosa en sangre, suprimir la respuesta inmunológica, con el fin de ahorrar energía para poder invertirla en reducir el “peligro” (percibido o real).

Esta hormona viaja de nuevo al cerebro  Es decir, la hormona ACTH es la encargada de alertar al cerebro de que existe un peligro, bien real o percibido. Es entonces cuando el cuerpo comienza a hacer cambios para poder afrontar este peligro.

A veces, estos cambios son beneficiosos, y nos ayudan, por ejemplo a tener recursos para huir cuando estamos ante un peligro real. El problema surge cuando este estado de estrés se mantiene por largos periodos de tiempo, lo que se conoce como estrés crónico.

El estrés crónico nos hace estar más alerta, consume muchos recursos del cuerpo, nos desgasta y nos cansa. Nos hace estar tensos, genera ansiedad y  puede llevar a sentimientos de depresión. Además, un estado de estrés crónico puede llevarnos también a desarrollar diferentes enfermedades físicas como por ejemplo, la diabetes.

 

El estrés puede afectarnos de diferentes maneras (Broderick, 2013):

  1. Genera problemas de memoria y de aprendizaje ⇒ el estrés afecta a las neuronas y nos dificulta el proceso de aprendizaje de nueva información y la memorización.
  2. Daña los vasos sanguíneos, e incrementa las probabilidades de sufrir un infarto, hipertensión.
  3. Produce/genera cambios en el apetito. Algunos estresores incrementan el apetito. El cortisol estimula el apetito, especialmente hacia alimentos altos en grasa. En otros casos, el cortisol interactúa con la digestión y genera una sensación de malestar y de no tener hambre.
  4. Interfiere con el sueño y disminuye la calidad del sueño. Un incremento en cortisol hace que el cuerpo esté más activo y alerta, lo que general problemas de sueño e insomnio.
  5. Interrumpe los neurotransmisores y sistemas cerebrales, pudiendo dar lugar a enfermedades mentales. Algunos ejemplos son: la depresión, la ansiedad, el estrés post traumático, etc.
  6. Acelera el proceso de envejecimiento, así como enfermedades relacionadas con la edad.

 

A pesar de que las situaciones estresantes son inevitables en la vida, la buena noticia es que la manera en la que nos enfrentamos a estas experiencias puede ser modificada, y así poder disminuir las consecuencias del estrés. Próximamente escribiremos sobre estrategias para hacer frente a situaciones estresantes, y cómo poder afrontarlas de manera más positiva.

 

Referencias:

Broderick, P. C. (2013). Learning to breathe: A mindfulness curriculum for adolescents to cultivate emotion regulation, attention, and performance. New Harbinger Publications.

Lazarus, R. S., & Folkman, S. (1984). Coping and adaptation. The handbook of behavioral medicine, 282-325.

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